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Discurso de Odio y Populismo

¡Cuántas veces hemos escuchado el dicho “El pueblo no tiene memoria”! Muchas veces. Y es que la historia de discriminación racial, segregación, antisemitismo es muy amplia como para que no la conozcamos. Sin embargo, el ser humano es muy vulnerable al discurso de odio y vuelve y queda inmerso en filosofías xenófobas que nos dividen.

Justo cuando creemos que superamos nuestras diferencias emergen líderes que impregnan a sus seguidores de una retórica divisoria y el camino una vez abonado se ve pisoteado de nuevo – Haciendo cada vez más difícil la tolerancia y el respeto por las diferencias religiosas, culturales y de idiosincrasia presentes en los seres humanos.

Los últimos acontecimientos durante y después de las elecciones presidenciales en Estados Unidos sirven de argumento para demostrar cómo nos podemos devolver en el tiempo y de un momento a otro empezar a luchar guerras que creíamos haber ganado.

Creíamos haber sanado las heridas que causaron los Nazis, o las que abrieron los blancos y su comercialización humana con la esclavitud, o las guerras religiosas en tiempos de inquisición y sus cruzadas. Llegamos a pensar que ese discurso sería repudiado por la gente, que no hallaría receptores interesados en escuchar mensajes que nos hicieran sentir diferentes o superiores a los demás por tener un color de piel determinado, profesar una religión o vivir dentro de un territorio en particular.

Bueno, pues la realidad es otra – Volvemos a evidenciar ataques raciales contra la comunidad judía, esta vez en forma de amenazas de bomba a centros comunitarios judíos, ¿quiénes y por qué los están amenazando? Sería apresurado de mi parte decir quienes, pero lo cierto es que expertos coinciden en que la retórica de división de los últimos meses ha despertado un sentimiento que creíamos que estaba dormido en la humanidad. El pasado lunes 20 de febrero, 10 centros comunitarios judíos fueron evacuados después de recibir llamadas amenazantes.

El mes pasado el mundo recibió la noticia de la muerte de seis musulmanes que realizaban su acostumbrada reunión religiosa en una mezquita de Quebec, Canadá – El victimario, un joven de raza blanca, quien simpatizaba con el lenguaje discriminatorio y de superioridad racial.
¿Qué nos está sucediendo? ¿Por qué volvemos a aceptar el discurso que nos divide? Expertos en psicología y sociología apuntan al reconocimiento de la sociedad desde un punto de vista particular, desde el concepto de que mi raza, mis costumbres y mi idiosincrasia son aspectos que me hacen superior a los demás pueblos o naciones – Es lo que Franz Boas definió a comienzos del siglo XX como Relativismo Cultural.


Es el método predilecto de quienes encuentran en el populismo la mejor vía para lograr sus objetivos. Sucede en Medio Oriente, donde hay grupos que usan la religión para dividir y levantar sentimientos en contra de otros grupos poblacionales diferentes y acaba de suceder en Estados Unidos, donde el lenguaje de superioridad y división para que el pueblo se fraccione entre “ellos y nosotros” nuevamente está siendo aceptado.

El mundo cada día es más diverso y todo sucede más rápido, las comunicaciones nos acercan, pero también nos dividen; la política nos organiza pero también nos fragmenta; la religión nos da paz pero también es motivo de conflicto.

Sin embargo, no es culpa ni de las comunicaciones, ni de la política, ni de la religión – Es nuestra culpa, por nuestra tendencia a la maldad, por nuestros temores e inseguridades, por nuestro egoísmo, por mirar a los demás como inferiores porque están por fuera de nuestras fronteras y “son malos” por el simple hecho de no tener mi color de piel, por profesar una creencia o un idioma diferente, por querer el bien y la prosperidad solo para mí, así yo tenga mucho y los demás mueran de hambre, al fin y al cabo “esa gente no es como nosotros y vienen a destruirnos”.

Ese es el lenguaje que hay que acabar, aunque es más difícil cuando quienes usan dicho lenguaje son jefes de estado o políticos influyentes, los mismos que están llamados a unir a sus países, pero en realidad muchos no buscan el bien común sino sus propios intereses y dar rienda suelta a sus sentimientos de superioridad sin preocuparse que sus discursos tengan consecuencias adversas y que terminen dividiéndonos cada día más.

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