Estados
Unidos ha sido un país de inmigrantes, eso se ha dicho mucho y es una realidad.
Los Hispanos somos uno de esos grupos poblacionales que hemos llegado a vivir
en los Estados Unidos. Si bien el debate político se centra en los niveles de
criminalidad o en las personas indocumentadas, me centraré en los aspectos que
son generales entre los Hispanos y ciertos comportamientos que nos guste o no,
hacen que tengamos muy mala fama entre la comunidad anglosajona.
El
ruido.
No es
por ser amargado ni nada por el estilo, es más, me gustan algunos ritmos
tropicales, no mucho pero tampoco me disgustan. La cosa es que cuando en tu
auto tienes un parlante con una potencia extrema en el baúl y los decibeles son
tan altos que te hacen rechinar los dientes, entonces ya no es normal. Lo mismo
sucede en las celebraciones que se llevan a cabo en las casas, donde la salsa,
la bachata y el reguetón son acompañados por visitas de la policía porque sus
vecinos no soportan tanto ruido y porque tienen que atender riñas en medio de
personas con altos niveles de alicoramiento. Es por eso que cuando los policías
atienden una llamada en un barrio hispano, van preparados para encontrar
personas borrachas o drogadas en medio de peleas, gritos y mucho, pero mucho
ruido.
La
basura.
Me
causa mucho disgusto cuando voy en mi carro y veo a alguien lanzar basura a la
calle. Y me causa mayor indignación cuando veo que quien tira el papelito, el
empaque, la cascara de banano o el chicle es un hispano. Entonces pienso, con
razón no nos quieren en este país, con razón les queda más fácil
discriminarnos, con razón a los políticos les queda tan fácil ganar votos
criticándonos; es que nosotros mismos nos hemos encargado de tener políticos
racistas en el poder. Por supuesto que no todos somos así, pero lo malo es lo
más visible y tenemos que admitir que la mayoría de los barrios hispanos son
sucios, llenos de basura en las calles. Duele decirlo pero importamos las malas
costumbres que tenemos en nuestros países latinos, donde el reciclaje no es
mandatorio sino una opción y donde lanzar un papelito a la calle es normal.
La televisión y la radio.
AL
hispano promedio le fascinan los programas de televisión en los que los
panelistas se insultan, se agreden, se tiran al piso y sacan al público sus
problemas personales. El rating de estos programas es altísimo, por lo que
obtienen patrocinios de marcas poderosas que hacen de estos formatos, un
platillo delicioso a expensas de los problemas de los demás y de una audiencia
que llega cansada del trabajo para enterarse de los chismes de la gente, aman
el morbo de los enfrentamientos y tal vez tenga que ver con nuestra cultura
violenta, machista y agresiva. Las telenovelas, las cuales son millonarias empresas,
les ofrecen a sus televidentes un compendio de esa cultura mafiosa que tanto
nos ha hecho daño. Basta con mirar los títulos de las telenovelas para entender que
estamos infestados de la cosificación de la mujer: las muñecas de la mafia, la
reina del sur (Algunos capítulos alcanzaron más de 8 millones de televidentes),
el patrón del mal, el señor de los cielos, entre otros.
Es tal la alta
audiencia, que supera en el rating a noticieros americanos. Esto no es un
simple entretenimiento, no, tengamos en cuenta que muchas familias hispanas
están llenas de niños, niños que crecen viendo esto como algo normal y que lo
reflejan en su actuar en las escuelas, donde empiezan a consumir drogas a una
edad cada vez más temprana. Al estilo de muchos niños en Medellín, Colombia,
quienes han respondido a la pregunta de qué quieren ser cuando grandes, ya no
responden, un policía, un doctor o un bombero sino que quieren ser como Pablo
Escobar. En consecuencia, un 33% del total de presos en las cárceles americanas
son hispanos.
Seguramente no podamos establecer una correlación directa entre
los programas de televisión y la delincuencia pero si es un aspecto que
contribuye a esta problemática. Y qué no decir de los programas en la radio,
personalmente no escucho ningún programa radial hispano. Los programas más
escuchados son conducidos por personas que no hacen un buen uso del español,
han tomado la costumbre de burlarse de los demás, hacer bromas pesadas y eso
nunca va a dejar de ser así ya que la gran mayoría encienden la radio para
escuchar sus grotescas intervenciones. En fin, la televisión y la radio son un
desastre, un desastre que gusta mucho. Seguramente a las cadenas de televisión les
gustaría tener programas educativos pero ¿quién los va a ver? Aquí lo que
prefieren es lo que genere chisme, violencia, el amarillismo es amo y señor entre
los hispanos que viven en los Estados Unidos.
La
desunión.
Nos
pasamos acusando a los racistas y homofóbicos y resulta que entre
nosotros mismos existe un racismo latente. Aquí convergemos hispanos de todos
los países latinos. Sin embargo, cada uno se identifica con sus raíces de donde
nació y no como perteneciente a la raza hispana. Lo explico con un ejemplo, en
muchas ocasiones, quien te trata mal en una oficina del gobierno es otro
hispano pero con diferente nacionalidad que la tuya. Somos 55 millones de
hispanos en Estados Unidos, 27 millones elegibles para votar, si todos votaran,
tendríamos un alto número de congresistas. Sin embargo, solo tenemos 4 hispanos en el
Senado. Y con razón, entre mexicanos, centroamericanos, suramericanos e islas
caribeñas, nos creemos mejores y resulta que compartimos costumbres muy
similares. Es por eso que para los americanos, todos los hispanos “somos”
mexicanos. Cuando a un colombiano le preguntan que si es ecuatoriano, responde
con tono burlesco “pues claro que no”. Cuando a un peruano lo confunden con un
chileno, no le gusta, lo mismo si a un puertorriqueño le dicen si es
dominicano.
Tal vez también haga parte de nuestra cultura, recuerdo cómo en mi
país, Colombia, crecí escuchando chistes racistas contra los afro descendientes
y los pastusos. O los del interior criticando a los de la costa y viceversa,
los paisas, los vallunos, los costeños, los boyacenses, los opitas
discriminándose entre sí, tal vez sea por ahí la cosa y en los diferentes
países latinos también haya esos regionalismos y los importan a los Estados
Unidos.
Seguro tenemos
muchas cosas buenas pero de vez en cuando es apropiado hacer una autocrítica y así
poder reconocer nuestros errores y empezar a cambiar, aunque temo que ya es
demasiado tarde. Muchos se enojan con las palabras del presidente Trump en
nuestra contra pero no hacemos mucho por cambiar nuestra imagen entre los
americanos. Repito, la mayoría somos muy trabajadores, pero no es suficiente
con trabajar mucho – Hay que aprender civismo.
Hay quienes piensan que orinar
en un parque es normal porque en nuestros países es normal pero resulta que aquí
esa acción acarrea una multa y la sanción social de la cual somos merecedores,
la mala fama. Lastimosamente, en muchos casos, las cosas empeoran cuando el
hispano logra tener documentos legales o es nacido aquí, en vez de acoplarnos a
las reglas, queremos imponer las nuestras – Ser los vivos, aplicar la malicia indígena, a mirar a los demás por
encima del hombro, con rebeldía, sin humildad. Eso es lo que nos hace daño y no
creo que esto vaya a mejorar, discúlpenme si sueno pesimista pero parece que
todo esto lo traemos incrustado en los genes.
Ojalá, si usted vive en Estados
Unidos y lee este escrito, trate de no tirar más basura a la calle, moderar su
lenguaje, hablar bajo en lugares como los cines o las bibliotecas, considerar a
sus vecinos que deben dormir para ir a trabajar al otro día, involucrarse más
en las decisiones políticas, educarse un poco en normas cívicas, hacer lo mejor
por su comunidad, no quejarse tanto y hacer más. Ojalá podamos cambiar así sea
un poquito nuestra imagen.
Comentarios
Publicar un comentario