Los años de la
guerra fría estuvieron acompañados por dirigentes a quienes les gustaba el
protagonismo, todos con un ego muy elevado, con un sentimiento patriótico de
superioridad, orgullosos de su capitalismo y de ser una superpotencia que cada día
podía gastar más y más dinero en la carrera armamentista y mostrarle a su
contrincante, la Unión Soviética (en ese entonces), su superioridad. Lo
anterior inflaba los pechos y subía los hombros de aquellos que fueron
escogidos por los ciudadanos americanos para mantener el pulso con los soviéticos
y esperar que en algún momento el pulso se debilitara de parte del bando
enemigo.
Fue una época en
la que la figura del presidente era casi monárquica, contaba con la aprobación de
todo el país y de la prensa nacional; la misma prensa que callaba ante los
atropellos de los aliados de Estados Unidos, quienes cometieron crímenes atroces
y violaciones de los derechos humanos mientras recibían apoyo económico y
militar de parte del país norteamericano. En todo caso “había que defender la
democracia y acabar con el comunismo a como diera lugar, así eso implicara
patrocinar actos horrendos en otras latitudes”. Fue una época en la que no se
escuchaba a los grupos defensores de derechos humanos.
Bien, pues como
todos sabemos, llegó el fin de la guerra fría en 1990 y con su fin, un deseo de
cambiar las armas por las ideas y nuevos movimientos fueron tomando fuerza, la
prensa ya tuvo el designio de cubrir lo que sucedía en otros países sin perder
la objetividad (por lo menos un poco) y sin tener que defender a su propio país
de una intervención externa o de pasar a ser dominados por otra superpotencia.
Ya con Estados
Unidos como país hegemónico en el ámbito internacional, los votantes americanos
comenzaron a cambiar sus percepciones en cuanto a la clase de gobernante que querían
tener en el poder. Después de George Bush padre (Republicano), la ciudadanía dio
su golpe de opinión al votar masivamente por Al Gore, quien perdió por muy poco
y después de unas elecciones muy controversiales en las que George Bush hijo terminó
ganando.
George Bush hijo,
falto de carácter y autodeterminación, fácilmente persuadible, invadió Irak,
con el pretexto de que Saddam Hussein poseía armas de destrucción masiva, haciendo
oídos sordos a las recomendaciones de Naciones Unidas; “había que vengar la
muerte de 3.000 personas que murieron en el World
Trade Center, a como diera lugar”.
Pues queriendo
seguir los pasos de su padre, quien también se metió al Medio Oriente a mostrar
su poderío balístico (cabe anotar que después de esta intervención nació el
grupo terrorista Al Qaeda), Bush hijo invade Irak sin encontrar las armas de destrucción
masiva y las secuelas todavía las vemos hoy (Después de la invasión a Iraq nació
ISIS).
La gente se cansa
de ver lo mismo, pero tienen la esperanza de que el próximo presidente hará
algo diferente, con su lemas, Change en
su primer periodo y Yes, We Can en su
segundo, Llego Barack Obama a la Casa Blanca, con un Congreso dividido, que
digo dividido, super dividido. Recibió un país en crisis, una crisis comparable
con la Gran Depresión de los 30’s. A
pesar de tanta oposición, logró volver a nivelar al país (hay que darle el crédito a quien lo merece).
¿Y que paso después
de Obama? Donald Trump, ayudado por el terrorismo de ISIS que volvió a
despertar lo que pensábamos que continuaría dormido, la sed de venganza, los
miedos y el revanchismo. Con su lema Let’s
Make America Great Again, lo que Donald Trump pretende es volver al
lenguaje de la guerra fría (del que hablamos al comienzo). El lenguaje de la
grandeza, de la superioridad y de la defensa de mi territorio a toda costa.
Al bombardear la
base aérea de Siria, no solo le está reprochando las acciones de Al-Assad y sus
armas químicas sobre la población civil (lo cual es digno de reprochar) sino
que también está llevando el tema a una tensión propia de la época de la guerra
fría, en la que el presidente era visto como un héroe y en un estado en el que
se puede dar rienda suelta a su propia personalidad egocéntrica y despertar el
sentimiento patriota para ser aceptado.
Por lo que, en la
misma línea de acción, ha desplegado buques en la proximidad de las aguas
norcoreanas para responder a las amenazas del líder de dicho país Kim Jong-un.
Sin embargo, Jong-un no ha cumplido ninguna de sus amenazas, pero encontró en
Trump lo que siempre ha venido buscando, alguien que le preste atención a sus
palabras. (a mi parecer, las amenazas de Kim Jong-un no van dirigidas a ningún país
sino para mantener subyugada con el miedo a su propia gente).
"Todo esto es aprovechado por Trump para dar rienda suelta a su personalidad, el poder puede exaltar la vanidad a niveles tan altos que se va perdiendo la cordura y despierta sentimientos beligerantes innatos en el ser. En sus trinos, Trump promete responder con “furia y fuego” a Corea del Norte y a su vez, el líder asiático respondió con amenazas de atacar a Guam, una isla en el Pacífico en la que Estados Unidos tiene una base naval.
Muchos analistas
coinciden en que es poco probable que Corea del Norte pase de las palabras a
los hechos. Lo que si es seguro es que tanto el uno como el otro se benefician
de esta tensión, ambos líderes muy parecidos, lo mismo sucede con Rusia y
cualquier país que represente una amenaza para Estados Unidos.
Ahora, Donald
Trump habla del riesgo de una tercera guerra mundial; es evidente que conoce
este juego político y que hará lo posible por elevar la tensión a nivel mundial
y así estar en la portada de los diarios más importantes del mundo. Así como lo
hizo en la campaña electoral con sus comentarios machistas y xenófobos, logró
mantenerse en los niveles más altos de audiencia y quienes pensaron que era una
locura que llegara a ser presidente, terminaron sorprendidos con su triunfo en
el Colegio Electoral.
El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas acaba de aprobar unánimemente (15-0), incluyendo a China y a
Rusia, sanciones sobre Corea del Norte. Dichas sanciones pueden presionar y
restringir el poderío económico del Kim Jong-un y mantenerlo “controlado”.
Por lo menos así se evita la muerte de miles de personas en una confrontación militar
o de millones en una confrontación nuclear.
En mi opinión, ni
vamos para una guerra fría, ni mucho menos para una tercera guerra mundial.
Todo hace parte del espectáculo, del show ideado para agitar los ánimos, después
vendrán nuevos gobernantes, nuevas estrategias, nuevos métodos para mantenerse
en el poder. Sobre todo, ahora que la popularidad del presidente ha caído a números
tan bajos, hay que buscar la manera de desviar la opinión, lo que llamamos
popularmente una “cortina de humo”.
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