Las
democracias tienen como característica principal la representación de los
ciudadanos ante el gobierno, ya sea de una manera local o nacional. En otras
palabras, es imposible que la voz de todas las personas sea escuchada y/o
tomada en cuenta en un recinto de toma de decisiones como los concejos
municipales o el congreso nacional.
Es por ello
que un grupo más reducido de personas llámense concejales, diputados,
representantes a la cámara o senadores son elegidos para representar a aquellos
que votaron por ellos.
Así funciona
la democracia representativa.
Pero, ¿Qué
sucede cuando quienes se hicieron elegir prometiendo un programa de gobierno,
una vez electos no cumplen con dicho programa previamente prometido?
O también,
¿Cómo afrontar el hecho que un político en campaña oculte lo que va a hacer
cuando llegue a gobernar?
Pues esta es
una problemática que sucede con mucha regularidad.
Por ejemplo,
el alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, nunca dijo en campaña que quería
privatizar la ETB (empresa de telecomunicaciones de Bogotá), tampoco nos dijo
que tenía en mente urbanizar en medio de la Reserva Van Der Hammen.
Por eso el
descontento de quienes votaron y no votaron por él – Porque si quienes le
dieron su voto hubieran sabido que ese sería el actuar de Peñalosa,
posiblemente no hubieran votado por él.
Pero
reitero, así funciona la democracia, lo eligió la mayoría del pueblo para ser
su alcalde y unos estarán contentos y otros inconformes, que se sentirán defraudados,
traicionados y que piensan que el alcalde les dio la espalda.
Ahora,
muchos de los que votaron por Peñalosa no lo hicieron a favor de Peñalosa sino
en contra del modelo de ciudad de la izquierda en la capital. Es algo que
sucede con frecuencia, las personas no votan por algún candidato porque les
gusta sino porque no les gusta el otro candidato. Por ejemplo, en EE.UU muchos
que no están de acuerdo con Donald Trump votarán por Hillary Clinton pero no porque
estén totalmente de acuerdo con los lineamientos de Clinton.
Así estamos,
más divididos que antes ya que en campaña Peñalosa emprendió una batalla sin
cuartel en contra de la candidata de izquierda, Clara López, y en su camino la
izquierda fue derrotada, pero a un precio muy alto pues Peñalosa fue incapaz de
integrar a todos los bogotanos en su programa de gobierno.
Un lenguaje
muy diferente tenía Rafael Pardo, quien con un tono más conciliador invitaba a
la integración de las diferentes vertientes políticas.
Ah! pero
aquellos que querían a Peñalosa “a como diera lugar”, sacaban fotos de Pardo
del pasado con algún personaje y lo llamaban guerrillero – Y eso es lo que se
"necesita" en una campaña política, sobre todo en las campañas
políticas colombianas, en las que el amarillismo, la vida íntima de la gente y
hasta, si el candidato "casi no se ríe" son determinantes a la hora
de hacer presencia en las urnas, todo cuenta, menos lo más importante: el
programa de gobierno, las propuestas, las ideas.
Así somos, y después nos quejamos de los malos gobiernos, pero nunca nos quejamos de los malos ciudadanos que somos, nos interesan más las peleas personales de los políticos que sacar adelante al país, nos gusta ser peñalosistas, petristas, santistas, uribistas y lo más posible es que en dos años van a ser lleristas, Ordoñistas o fajardistas pero de lo último que nos acordamos es de ser COLOMBIANOS.
En Colombia
el abstencionismo es muy alto y los que votan, poco saben de política, de un
proyecto de ley, de una sanción presidencial, de un acto legislativo, de lo que
más le convenga al pueblo, pero sí conocemos la orientación sexual de los
candidatos, estamos muy informados de los chismes, de los lugares que visitan,
de las fotos en que aparece con alguien cuestionado, si fumó marihuana cuando
era joven, de sus creencias religiosas. Estamos entretenidos pero muy mal
enterados acerca de cómo se saca adelante un país. Somos malos ciudadanos,
criticamos a los políticos, pero nos comportamos peor que ellos y eso es lo que
les facilita a los malos gobernantes a encumbrarse en el poder, nuestro
desconocimiento, desidia y falta de compromiso.
Por eso,
aunque la democracia es el sistema que mejor acerca a las personas a la toma de
decisiones en el gobierno, también es el sistema que pone en las manos de los
ciudadanos los destinos de un país al responsabilizarlos de los gobernantes que
eligen para ser su voz en el gobierno. Tal vez nos merezcamos nuestros malos
gobernantes, tal vez son el reflejo del grueso de la población, tal vez si
muchos de los que critican a los políticos corruptos de este país estuvieran en
sus puestos, harían lo mismo o peores cosas, tal vez la solución sea cambiar
nosotros mismos como personas, tal vez podamos sacar adelante este país entre
todos, tal vez también tenemos la culpa de lo que nos sucede y sea hora de
tomar las riendas de nuestra nación.
Mientras no
reflexionemos, seguiremos enfrentándonos con mucha emoción, pero con muy poca razón.
Sería muy positivo para el país que despertáramos, que asumiéramos los deberes
que tenemos como ciudadanos, de volvernos una sociedad más cívica, más
respetuosa, más solidaria, de exigirles a nuestros gobernantes buenas gestiones. Quizás de esa manera quienes son elegidos en algún cargo popular se sientan
presionados a rendirle cuentas al pueblo, quizás podamos castigar a los malos
gobernantes en las urnas y ellos se sientan obligados a trabajar por nosotros.
Nuestra realidad es que muchos malos representantes son reelegidos y se cumple
el dicho popular “el pueblo no tiene memoria” – Cambiemos esa realidad presente,
recordemos que antes de ser de una ideología política somos colombianos. Antes
de criticar, denigrar, quejarte o culpabilizar a los políticos que están haciendo una mala gestión, piensa: ¡Que has hecho tú por
cambiar el país!
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