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Así de fácil se
comienza una guerra – Una provocación, un interés económico, una disputa de
territorios o unas diferencias ideológicas son el combustible para encender un
conflicto que en su proceso deja cientos, miles o millones de víctimas.
"Si bien es fácil comenzar la guerra, lo más difícil es acabarla. Históricamente se ha hecho más difícil hacer la paz. En muchas regiones del planeta hoy en día la guerra está presente y los conflictos llevan décadas sin lograr la paz.
Si bien es cierto
que los enfrentamientos se dan en muchas ocasiones entre países, hay grupos
dentro de los mismos países que quieren continuar con los enfrentamientos
bélicos, muchos porque no están de acuerdo, otros porque sus plataformas
políticas son fundamentadas sobre la premisa de vengar la muerte y el daño
causado y creen que por la vía de las armas algún día lograrán someter al
enemigo.
Por ejemplo,
Anuar El Sadat, presidente egipcio entre 1970 y 1981, fue el primer presidente
en reconocer a Israel como una nación soberana. No solo eso, también aceptó los
acuerdos de Paz de Camp David, abandonando el proyecto del Panarabismo
(dominación árabe en Medio Oriente). Lo anterior le llevó a ser depositario del
Premio Nobel de la Paz en 1978 pero también a ser asesinado por la extrema
derecha egipcia en 1981.
Otro ejemplo, Isaac
Rabin, Primer Ministro de Israel, quien también recibió el Premio Nobel de la
Paz fue asesinado por la extrema derecha ya que su idea plasmada en los
Acuerdos de Oslo, era alcanzar paz entregando territorios a Palestina.
Recordemos que, en la Guerra de los Seis Días, en 1967, Israel se adjudicó
territorios de países vecinos, lo cual ha sido objeto de una guerra constante
entre Israel y Palestina.
Sin embargo, la
extrema derecha no estaba dispuesta a perder territorios, muy a pesar de que
esos territorios le pertenecían desde antes a Palestina y que se salían de los
territorios acordados por la ONU en 1948. En conclusión, la paz no se alcanzó y
nunca antes se estuvo tan cerca de alcanzarla, teniendo en cuenta que Rabin fue
militar en la guerra de 1967 y estaba dispuesto a lograr la paz, Netanyahu sube
al poder y en vez de luchar por lograr la paz, decide construir asentamientos
en los territorios ocupados, exacerbando los ánimos nuevamente con los
palestinos.
Esos son solo dos
ejemplos de lo difícil que es hacer la paz. Al ser humano se le hace más
sencillo empuñar un arma y atacar al enemigo que tratar de encontrar una salida
diplomática, por lo menos con la diplomacia se pueden insultar o acusar en
escenarios concertados hasta alcanzar un acuerdo, pero no se están matando en
el desierto, la ciudad o la selva. Sobre todo, teniendo en cuenta que quienes
mueren son nuestros jóvenes (recuerdo con tristeza la guerra de Iraq Irán, la
cual acabo con una generación completa). Se le llama el síndrome del enemigo,
la idea de que el enemigo no tiene ningún argumento válido y es un ser
despiadado al que hay que acabar a como dé lugar así eso signifique cometer los
actos más atroces supuestamente justificados.
Lo más fácil es
llamar a la indignación de la gente, después de todo el ser humano siempre
quiere justicia, la diferencia es que en un acuerdo de paz hay que negociar y
negociar también significa perder, perder algo para alcanzar un objetivo en
común.
Lo que sucede es
que las sociedades que han crecido en medio de la violencia se acostumbran a
convivir con la violencia, no solo la que produce, por ejemplo, nuestro
conflicto en Colombia con los grupos insurgentes sino la cultura de la confrontación
– La gente se acostumbra a un lenguaje violento y adoptan la idea de que se
necesita levantar la voz hasta gritar más que el enemigo, comparar fuerzas,
encontrar a un líder que nos de la victoria, porque hay que dejarle lo difícil
a los demás pero no nos involucramos, nos comemos, nos devoramos, todos son de
diferentes bandos, siguen diferentes ideas y quieren que sus ideas gobiernen
sin escatimar en pisotear las ideas de los demás, se hacen llamar patriotas y
amantes del ejército y lloran cuando un militar muere pero siguen pensando en más
guerra, repudian el reclutamiento de niños pero quieren seguir disparando sin
darse cuenta que estamos acabando con nuestros hijos. Ven el símbolo de la paz,
una paloma, en el uniforme de un soldado y se indignan porque un soldado esta
es para la guerra, para matar guerrilleros porque hay que matarlos,
acribillarlos, porque estamos en guerra, ¡Que cuentos de dialogar! Hay que
darles bala, ¡Que cuentos de zonas de reclusión! Los queremos ver en un calabozo,
así como ellos recluían a nuestros soldados en la selva.
Ese lenguaje
siempre tendrá más seguidores que el lenguaje pacifista, es más, si uno revisa
Twitter, los trinos que mayor difusión tienen son los que están impregnados con
ese lenguaje y si criticas dicho lenguaje eres un acomodado al gobierno, un
ignorante porque prefieres ver guerrilleros reinsertados a la sociedad, porque
lo que ellos merecen es “morir”.
Entonces, así es
imposible, quienes conocen mis escritos saben que siempre llamo a la unidad –
Porque creo en la gente, porque creo que antes de pertenecer a una vertiente
política hay cosas que nos tienen que unir, si Anuar El Sadat lo pudo hacer
después de conocer la guerra y si lo intentó Isaac Rabin al querer la paz con
Palestina, ¿por qué no lo podemos lograr nosotros? ¿Por qué continuar con esa
arrogancia que nos tiene caminando en círculos por décadas? ¿Por qué oponernos
a cada intento de alcanzar la paz y seguir con el rencor que nos consume? Posiblemente
por lo mismo que ellos no vieron sus sueños de paz cumplidos: por el triunfo
del odio, de la venganza, de los que no quieren ceder algo al enemigo sino
desaparecerlo, así eso signifique continuar enterrando muertos de una guerra
que se perpetúa sin ver la luz al final del túnel.
“Es que están
entregando el país”, “es que así empezó Cuba”, “los venezolanos también creían
que no les vendría lo que les vino”, “vamos camino al comunismo”, todas estas
frases hacen que la gente sienta miedo, como cuando alguien se sube al avión y
dice que hay una bomba y la gente sale despavorida sin ser cierto y se reúsa a
volver a subirse al avión. Es el lenguaje del terror del que viven muchos y que
encuentran en una población exhausta de violencia a unos perfectos vehículos transmisores
de la misma retórica de la guerra.
Cierto, Santos
tiene un nivel de aprobación muy bajo, ha cometido errores, los malos momentos
económicos del mundo han contribuido al bajón económico del país. Lo triste es
que muchos sienten satisfacción por lo que está sucediendo y lo mezclan con lo que sucede en La Habana, porque tienen una
cuenta pendiente con Santos, al haber tomado un rumbo diferente al de Uribe.
Pero en lo último que pensamos es en sacar adelante entre todos al país – Muchos
‘opinadores’ indignados que cada día se prestan para este juego, pero pocos que
aporten ideas y soluciones.
Estamos en un
punto crítico de la historia, podemos convertir este momento en una etapa
histórica en la que cambiemos como país, o podemos seguir echándonos culpas y
alimentando odios que nos hunden cada día más.
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