A través de la
historia el ser humano ha avanzado en muchos campos, los inventos
revolucionaron nuestra civilización y pasamos de la rueda a cohetes que nos dan
un viaje por el espacio. Las telecomunicaciones, el Internet y demás avances
tecnológicos redujeron el planeta, acercándonos a lugares inhóspitos que no
conocíamos.
Uno creería que
el mundo entre más avanza y el cerebro entre más sea catapultado a inventar y
crear así mismo habría un mejor futuro para todos.
Sin embargo y lo
tengo que expresar con tristeza, pocas cosas han cambiado entre nosotros. Hay
una tendencia nuestra a sectorizarnos, a defender nuestra identidad así sea
aplastando al otro, a hacer prevalecer mis ideas sobre los demás, a comernos
entre todos, a menospreciar a quienes conciben la vida de una manera diferente
a la nuestra.
Esto se volvió la
lucha de las razas, la disputa de las creencias, el conflicto entre los del
norte y el sur, el oriente y el occidente, entre quienes tienen la piel, los
ojos, el cabello de una forma y quienes lo tienen de otra, entre los de un bando y los de otro.
A los gobiernos
se les está saliendo de las manos la incitación al odio, posiblemente porque
muchos de ellos aunaron sus esfuerzos en el tema económico como objetivo
principal y descuidaron los temas sociales y la familia como núcleo principal
de la sociedad.
En las escuelas
se evidencia una incapacidad generalizada en los educadores en enseñar la
diversidad cultural, es más, hay niños que crecen pensando que los de la
escuela del otro barrio son inferiores a ellos; se agrupan entre ellos y
defienden a muerte su cuadra, su manzana, su barrio, su ciudad y en el último caso, su país.
Así está nuestra
sociedad, a los padres les falta más compromiso con sus hijos, quienes en la
mayoría de los casos son el reflejo de la personalidad de sus padres. Es una
sociedad hipócrita que en las reuniones sociales se muestran incluyentes con
todos pero que a la hora de la cena hacen comentarios racistas o de desaprobación
a ciertos grupos religiosos.
Quienes creen que
los culpables de los crímenes de odio son únicamente los extremistas del Medio Oriente
están muy lejos de la realidad. No solo se persigue a los demás con fusiles,
bombas o atentados, también se persigue con campañas de desprestigio, con
comentarios racistas, promoviendo el odio en redes sociales…
Tanto en Estados
Unidos como en el resto de las latitudes hay incitación al odio. El verdadero
reto es contrarrestarlo y trabajar en pos de erradicarlo; por lo menos cuando
Dylann Roof, el joven de 21 años que le quitó la vida a nueve afroamericanos en
una Iglesia cristiana en Charleston SC, el presidente Barack Obama enfrentó los
medios atacando el problema sin rodeos y clasificándolo como un crimen de odio.
Lo triste es ver
que en otros países los gobiernos esconden el odio de sus ciudadanos y con esa
actitud lo alimentan y lo llevan a todas las instancias, generando persecución
hacia los más vulnerables que casi siempre son las minorías.
Recuerdo que cuando
el congreso de Colombia pasó un proyecto que penalizaba la discriminación y
convirtió la antidiscriminación en ley, algunos periodistas lo atacaron y se
burlaban porque lo consideraban exagerado – En vez de celebrar que se sentaban
las bases para un país con más respeto por los demás y sus diferencias.
La erradicación
del discurso de odio es una iniciativa que he visto mayormente en la organización de
las Naciones Unidas, hay muy poco compromiso entre los países y los que se
pronuncian al respecto lo hacen de una manera lánguida y sin implementación real
de políticas de estado.
Hace poco se
incorporó la libertad religiosa como política pública en el Plan Nacional de
Desarrollo en Colombia, lo cual es un paso hacia la convivencia con respeto –
Es un paso pero hay que seguir caminando hacia un país más incluyente, más
justo, en el que sus ciudadanos vivan en paz, no únicamente la paz como la
ausencia de la guerra bélica sino aquella guerra que nos divide entre quienes
profesamos una religión y quienes profesan otra, o quienes no profesan alguna, esa
guerra silenciosa que no se acepta en público pero que está presente en los
corazones de los seres humanos.
Tienes razón Mao, para un cambio social en nuestros países todo debe empezar con proyectos de ley donde se promueva o se eduque a la juventud comenzando desde sus primeros años de vida.
ResponderEliminarTodo debe empezar identificando que tenemos realmente un problema de convivencia entre las diferentes etnias, grupos o clases sociales y no solo identificarlo sino también trabajar en pos de erradicarlo.
Pero esto solo se conseguiría si de parte de los que nos gobiernan, aceptan que realmente es una problemática social y que esten dispuestos a tomar medidas necesarias para afrontar dicho problema.
Sería atacar el problema de raíz para que ese árbol de amargura no siga creciendo más y alimente de odio los corazones en nuestra podrida sociedad.